miércoles, 18 de marzo de 2020

ESTHER



No sé cuantos días seguidos he dormido, ni la hora qué es. Matar cansa.

Iba a desayunarme un termo de A negativo cuando han llamado a la puerta. Por la mirilla veo una mujer más bien bajita, pelirroja, gafas de pasta, muy seria. Sabe que estoy mirando y del bolsillo trasero de su pantalón saca una placa de la policía nacional que  muestra frente a la puerta. No me queda otra que abrir.

- Buenos días, ¿le pued....

La policía secreta no espera mi respuesta y se me cuela hasta el salón. Lo inspecciona todo con la mirada: mi cuadro de Picasso, las fotos antiguas,  su mirada se posa en el termo encima de la mesa. 

- ¿Me invitas a desayunar? - 

- Qué remedio, Esther, qué remedio  - le digo cerrando la puerta.

De la cocina le traigo otro termo, de cero positivo, que se que le encanta. Le llevo éso y unas galletas María Fontaneda, por gastarle una broma. y romper el hielo.

- Déjate de galletas que vengo de visita oficial. Enciende la tele.

Obedezco y en todos los canales veo lo mismo: cuatro ministros muy serios y detrás unos señores militares más serios todavía. 

- ¿Ha pasado algo? - estaba esperando que de una manera u otra hablasen de mí.  Han tenido que encontrar los cuerpos de Jessi/Hortensia y compañía pero... lo que veo es una comparecencia de ministros. De los cuatro que están, tres son de los nuestros.  ¿Qué ha pasado en este país durante mis días de siesta?

- Covid -19,  Coronavirus - me cuenta Esther - Antes se nos ocurrían nombres más bonitos: viruela, cólera, gripe española...

- Sida...

- No, no, lo del Sida no fue cosa nuestra. Vino a vernos el Cardenal Ratzinger pidiendo un virus para eliminar a los gays y la idea no nos gustó nada, ...lo sabes de sobra, te lo he contado mil veces. No me distraigas.

- ¿Ésto lo hemos montado nosotros?


-Mitad nosotros, mitad ellos.  Nos beneficia a las dos partes. - Esther le da un sorbo al termo y se relame unos colmillos blancos , perfectos - riquísima esta sangre...qué bien te cuidas, hija.

Seguimos escuchando la comparecencia, a la señora ministra le asoma la petaca por el bolsillo de la chaqueta. Esther también se ha dado cuenta.

- Esta mujer....de donde no hay....

- Aún no me has dicho a que has venido.

- Vamos a aprovechar este jaleo para destruir pruebas de que existimos. En el CNI están trabajando a marchas forzadas eliminando expedientes, evidencias, testimonios...muchos de los contagiados son gente corriente que sabe demasiado. Algunos de los nuestros se han ido de la lengua. ¿No le habrás dicho a nadie, algún amigo...?

Pienso en Teo.

- No digas tonterías, no tengo amigos y lo sabes.

- Tenías tres amigas que has dejado secas en un cuarto de baño del Barrio de las Letras. - me reprocha Esther.

- Esas no contaban como amigas, me hicieron perder los papeles y ...

- Y te fuiste sin limpiar. Sabes que tenemos un grupo de wasap para estos casos.

- No me acostumbro a las nuevas tecnologías.

Se hace el silencio entre nosotras. Esther se relame los colmillos. La miro apurando el último sorbito del termo y recuerdo cuando nos conocimos en Paris, una noche de juerga con Picasso, que entonces era un pipiolo.

- Tienes que parar. Tienes termos para tirar una temporada, y si necesitas algo lo pides. No salgas a la calle, no levantes sospechas.

- Pues entonces, debería estar en el hospital.

- Ya no. Hemos "trasladado" tu expediente.  No figuras en ninguna parte, no hay registros tuyos en ningún sitio. No existes. Te estamos dando la oportunidad de empezar de cero. 

- ¿Y las cámaras de seguridad?

-No queda nada.

-A los humanos, ¿de qué les sirve todo éste jaleo?

- Lo mismo de siempre, hija. Los ricos cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, sobreviviendo con menos y encima dando gracias, ya sabes.

Nos quedamos mudas frente al televisor. El silencio fácil de los que se conocen tanto que no necesitan hablar.

 - ¿Sigues viendo todo gris?

- En cuanto se me pase el efecto del termo....¿a tí te sigue bajando la regla?

- Cada veintiocho días. No lo entiendo. Es peor que lo tuyo, ya me dirás.

Esther me mira con esos ojos de niña chica, niña mala que se le ponen a veces.

- ¿Me dejas probarme el Paco Rabanne?

- ¡Claro! -

En el vestidor Esther acaricia la ropa, cierra los ojos, la huele. Descuelga el Rabanne prometido y se lo prueba. Me mira con lágrimas en los ojos.

- Echo de menos los espejos.

- Estás guapísima, te lo prometo. Anda llévatelo, te lo regalo, te queda mejor que a mí.

Me abraza impulsiva, algo que no hacemos mucho los de mi especie.

- Me tengo que ir - me dice deshaciendo el abrazo. - Al salir del vestidor sus ojos se posan en una gran bolsa transparente que cuelga de una percha. Dentro está mi vestido de novia. - ¿No vas a dejar Madrid, verdad?

- No. 

Acompaño a Esther a la puerta. Se lleva su vestido en una bolsa del papel del Primark.

- Todo ésto que está pasando, me gusta tan poco como a tí, pero nos va a venir bien, créeme. Te has librado por los pelos de la policía, aprovecha para empezar de cero, mézclate más con nosotros y menos con ellos. No tienes que trabjar, no te hace falta. Y cambia de casa.

No contesto, pienso en Teo, enfermo, más en riesgo que nunca.

- Hay algo que tengo que hacer....

- No te metas en líos

- ... y a lo mejor necesito tu ayuda, por los viejos tiempos.

- Hablando de viejos - me dice Esther ya en el ascensor - ¿sabes que Elvis anda por Madrid, no?

- ¿Qué dices?

- Si hija, sí. Lo tenemos escondido en Casa de América,  como la última vez. Está que se sube por las paredes, como no puede volver a Memphis... en fin que le hemos organizado una fiesta, a ver si se distrae. Estás invitada.

. Me da mucha pereza.

- Vienen Camarón, Caracol ...Nino Bravo...

- ¿Nino Bravo es de los nuestros? - pregunto atónita

- ¡Pues claro!, Raphael también viene.

- ¿Es...?- se me salen los ojos de las órbitas

- Aún no.

- Joder, pues lo mismo me animo.

- Venga, vente y te traes algún termo de ésos de cosecha especial que tienes.

Esther me guiña un ojo, cierra la puerta del ascensor y se va.

Me asomo por la ventana a ver los últimos coletazos de colores. Me quedo pensando en Teo y en en Rapahel y en Nino Bravo mientras veo a Esther alejarse con su bolsa de Primark en la mano, en un Madrid vacío.