domingo, 22 de diciembre de 2019

ARAÑA


Antes de que el gris lo invada todo de nuevo y hasta la boca me sepa a ceniza, tengo que volver a casa.  Podría pasarme por Sol, ver las luces de Navidad, pero no me va lo fluorescente. Además corro el riesgo de encontrarme alguno de los míos en busca de presa fácil. Tentador. En esta época del año Madrid se transforma, para los de mi especie, en un coto de caza, abierto, fácil, aburrido.

Un escaparate en una calle escondida.

Un probador solitario.

Un baño en los sótanos de un bar cualquiera.

La ciudad está llena de trampas, para éso llevamos siglos diseñándola. El caos de Madrid no es capricho, es estrategia.
Una red de araña perfecta en la que caéis como moscas. Detrás de cada: "hay que ver lo que tarda en salir del baño", o "¿dónde se habrá metido este hombre?", estamos nosotros. Si volvéis a ver a ese niño que se os ha perdido en la Plaza Mayor, es porque en el último momento, otro de los vuestros, nos ha parecido más apetitoso.

Pero yo ya llevo mi petaca en el bolsillo. Y además tengo problemas: me he vuelto a quedar sin "amigas".

Entro en casa por la puerta del garaje. Mohamed, el portero, se volverá a quejar mañana de las corrientes de aire a los vecinos. Ya en el apartamento, dejo la petaca encima de una estantería del salón. El móvil de Alicia lo guardo, junto con otros, ( al menos un par de docenas) en una caja fuerte, que escondo en una pared del salón, detrás de un Picasso. Auténtico, regalado por el mismo Pablo, of course. Entro al vestidor. Ahora puedo ver mi ropa en todo su esplendor de colores: la camisa ocre de Carolina Herrera, la falda estampada de Dior, los pañuelos de Hermes. Chequeo las etiquetas, todo está correcto. Me siento en la entrada, y con pena voy viendo como, poquito a poco la variedad cromática se desvanece,  El último, como siempre, el rojo Valentino  de un vestido espectacular que uso en muy contadas ocasiones.

Me dan ganas de llorar, pero no tengo tiempo. Parte del camuflaje es ir a trabajar como todo el mundo y con tanto lío se me ha echado la hora encima, menos mal que esta semana tengo turno de noche.

Soy enfermera de paliativos en el Hospital Severo Ochoa de Leganés.





sábado, 7 de diciembre de 2019

VERDE


Antes de cerrar la puerta del baño, echo un último vistazo. Está claro que la he vuelto a liar parda. Otra ida de olla como ésta y me toca volver a mudarme de piso. Y a mí el Barrio de las Letras me gusta. El cuarto de baño está bastante gore. Alicia y Sara, son dos muñecas rotas que un niño abandonó en mitad de sus juegos. Los ojos abiertos, el cuello tronchado, raro. La cabeza de Alicia abierta como un melón, tampoco es que hubiera gran cosa dentro, terraplanista de mierda. Y luego Jessi-Hortensia; un borbotón de sangre del cuello ha dado en el techo, el resto ha ido por la bañera al desagüe. Está palidísima, fea como un demonio. 

Me pregunto que dirá la policía cuando venga. No van a entender nada pero tengo que tener cuidado, calmarme un poco, la sangre que me llevo en la petaca me tiene que durar una buena temporada.

Cierro la puerta del baño. En un par de días apestarán, en tres los vecinos llamarán a la policía, calculo que en una semana Susana Griso y Ana Rosa darán un especial. A esas les gusta el 0+ más que a mí. 

Antes de salir del piso, cojo un ramo de flores que hay en un jarrón encima del aparador de la entrada. Son para mi viejo amigo. Subo la calle Príncipe y allí, frente al Teatro Español, está él:

Federico.

Tomo sus manos de bronce y las beso.  No he conocido a nadie más bueno. Delante de su estatua me vienen recuerdos de nuestra amistad y de los últimos días que pasamos juntos. Le avisé, le dije que se viniera con nosotros, (entonces aún había un nosotros): "Federico, ésto se va a poner feo. Vente, Federico, no te va a doler, podrás seguir escribiendo, nadie lo sabrá nunca.", le dije.

Pero Federico no quiso. Para vivir así, como yo, hay que matar. Y Federico no era de matar, era de amar. La última vez que nos vimos me prometió que escribiría una obra de teatro con mi historia y que iríamos juntos al estreno en Madrid, cuando "todo ésto pase."

Esa fue la última vez que le ví. Otro agujero más en este corazón mío que no palpita. Cuando me llegaron noticias de su muerte, lloré lágrimas de sangre (tal cual)  y se me fueron los verdes.













miércoles, 4 de diciembre de 2019

PUNTUALIZACIONES


Existe sobre mi especie un montón de literatura y de documentación  que da como verdad irrefutable un montón de chorradas. A saber:

1. No nos gusta el ajo. Tontería supina. Le gustará al que le guste y no le gustará al que no le guste. A mí, particularmente, bien churruscadito, casi negro, me encanta.  De las pocas cosas que aún como.

2. No nos gustan los crucifijos. Muchos de los nuestros, son monjas y sacerdotes....y de ahí para arriba. Muy arriba. Creo que con ésto lo he dicho todo.

3. La luz del sol nos puede matar. En largos periodos de exposición, sí. En periodos cortos, una buena crema de protección solar de las que se usa para los bebés, es suficiente.

4. Podemos volar. Ya me gustaría.

5. Nos transformamos en murciélagos o ratas. Totalmente falso y de muy mal gusto. Se lo comenté a Coppola cuando en la sala de montaje me enseñó el metraje de su peli: "Francis, todo perfecto menos lo de las ratas." Ni caso me hizo, oyes.

6. Somos muy rápidos. Esto sí es cierto. Lo uso muchísimo. Sobretodo cuando entro a robar en grandes almacenes, que es una cosa que me encanta. Mi favorito el Corte Inglés, los segurata están muy mal pagados y pasan de todo. Me gusta favorecer el pequeño comercio.

7. Sufrimos de mal de amores. Sí, sí, yo sí...pero no quiero hablar de eso ahora.

8. Sólo podemos alimentarnos de sangre humana. Evidentemente, sí. Mi favorito el cero positivo, exquisito. La añada del setenta del siglo pasado, un manjar.

9. No envejecemos. Sí, sí lo hacemos....pero tan, tan, tan leeeeento.......

10. No enfermamos. Ni un mal catarro. Pero sí que es verdad, que tenemos dolencias extrañas, como en mi caso el daltonismo.

Y por último, estamos entre vosotros: somos el vecino raro que apenas habla en el ascensor, el presentador del concurso que apenas envejece, el profesor de tu hijo que no te acaba de caer bien y no sabes por qué, el cantante que fallece joven, la chica que, de noche, no tiene miedo a ir sola por la calle, el actor que se retira a una isla desierta y desaparece...convivimos con vosotros sin que lo sepáis desde que el mundo es mundo.

En mi caso, desde Abril de 1897, el día de mi boda.



martes, 3 de diciembre de 2019

PETACA


La Jessi llorando. ¿Y qué?. La he visto aparcar en plazas de minusválidos. La he visto poner los pies  encima de los asientos en los trenes de cercanías. Sé que fuma en los ascensores y que mastica con la boca abierta. 

Merece morir.

A la nariz me llega el olor de la sangre de Sara. Las transaminasas altas le dan un puntito dulzón que me desagrada (yo soy más de salado) pero que no evita, que los colmillos, retráctiles en mi caso, empiecen a alargarse. Mientras hablo con La Jessi, los acaricio con la punta de lengua.

- Jessi, Jessi...¿cómo te llamas de verdad?

La Jessi está en posición fetal dentro de la bañera. Apenas le sale la voz.

- Hortensia.

- Ahhh, Hortensia. Qué bonito....Tuve una amiga yo que se llamaba Hortensia, allá por el año treinta y cinco. Tuvimos que dejar de vernos, ella cada vez más mayor y yo siempre...así. ...¿Qué hago contigo Hortensia?, ¿no te molestará que te llame Hortensia,  verdad?

Niega con la cabeza.

Me acerco a su cara, mis labios apenas rozan su oído, le susurro bajito, muy bajito:

- Yo he amado y me han amado y tú no tienes ni idea de lo que es éso. Te encontrarán aquí, seca en la bañera.  Y cuando estés muerta nadie sonreirá con tu recuerdo.

Se que Jessi-Hortensia va a gritar. Me meto con ella en la bañera, le tapo la boca con las manos, los ojos redondos se le escapan de la cara, mi cuerpo encima del suyo como si fuéramos amantes, le hundo los colmillos en el cuello, doy el primer sorbo.

Po-pom  - latido

Otro sorbito.

Po-pom - latido

Sorbito va -

Po-pom

Sorbito viene...y entonces, una vez más, ocurre el milagro. Con cada sorbo, los grises se difuminan y dejan paso, lenta pero irremediablemente a toda la gama de colores. Como siempre el primero en aparecer es el rojo. Está en la sangre, claro, pero también en las uñas y la camiseta de Alicia.

Po- Pom 

Sorbito  - aparecen los ocres, los dorados, la gama de los marrones, la melena castaña de Sara, ¡el amarillo de las cortinas del baño!.

Po......Pom, latido débil

Sorbito: ¡Los azules! Los ojos de Sara, sus vaqueros, un albornoz colgado en la pared


Po.....Pom.


Sorbito: Por fin, todos aquí. ¡Cuánta belleza puede haber en un cuarto baño del Barrio de las Letras!. El azul cobalto del mango del cepillo de dientes, el malva de la felpa de las toallas, los ramilletes rosas de los azulejos del baño. ¡Tengo que salir a la calle antes de que se me pase el efecto!

Sorbito.

Sorbito.

Po......

Sorbo, sorbo, sorbo, sorbo.

Pom.

La Jessi/Hortensia está muerta. Calentita. Perfecta. De uno de los bolsillos de la chaqueta del Stella, saco una petaquita. La coloco debajo de las incisiones que le he hecho con los colmillos y que todavía rezuman sangre. LLeno la petaca y la guardo, feliz, en el bolsillo del Stella.

Salgo de la bañera, me recompongo, me atuso el pelo, chequeo en busca de manchas. Nada, todo perfecto.

Es hora de marcharse. Quiero presentarle mis respetos a un viejo amigo.


viernes, 29 de noviembre de 2019

FOTO


En el cuarto de baño todo es silencio.

Como en una tumba.

Ya nadie ríe. Bueno, yo me sonrío un poco (se me nota porque la comisura izquierda de la boca se me levanta un pelín). Alicia parece congelada por el pánico. Tardo un segundo en quitarle el móvil, apenas dos en troncharle el cuello (tenía las cervicales hechas polvo, tantas horas de ciber-bulling pasan factura, se joda). Cae a plomo y en la caída da con la frente en el borde de la bañera. Se oye un "crack" seco. Después otro golpe contra el suelo. Un hilo de sangre le sale del oído derecho. Pronto empieza a hacer charquito. Me agacho, hundo el dedo índice en él. Me lo llevo a la boca, lo saboreo: mujer, 25 años, principio de diabetes, Escorpio, las transaminasas altas. Cero positivo. No me convence el retrogusto a vaper.

A ver éstas.

Sara hace amago de salir pitando del baño, pero rápidamente (tan rápido que casi ni se aprecia a simple vista), bloqueo la puerta con mi cuerpo. Queda clavada de pié delante de mí, con los ojos muy abiertos, le tiembla la barbilla, un chorrito transparente se le escapa entre las piernas, otro charquito,

- ¿Me sujetas el móvil?, le digo.

Tarda en entender, está en shock. 

- Hazme una foto, porfa.




Está casi tan extrañada como aterrorizada. Yo poso delante de la puerta del baño como un detenido en comisaria. Sara hace la foto.

- Méteme el móvil en el bolsillo de la chaqueta. 

La pobre duda, tiene miedo, no quiere acercarse.

- Tranquila que no te va a pasar nada.

Alarga el brazo, mete el móvil en la chaqueta, aprovecho y con una mano la agarro de los hombros, con la otra de la frente.

Otro crack.

La sostengo en su caída al suelo y la dejo allí, a los pies de La Jessi, casi con delicadeza. Ay, La Jessi, La Jessi. 

- Siéntate en la bañera, le digo.

Se sienta en el borde de la bañera.

- No, payasa, que te sientes DENTRO, de la bañera. Lo vas a poner todo perdido.

La Jessi empieza a llorar, al principio es en silencio, pero luego le da una hipera de niña chica, que si no la conocieras te daría hasta pena. Pero conozco a esta tipa. 

Y no me la da. 




jueves, 28 de noviembre de 2019

ESPEJO


Lo del baño fue una encerrona. Yo sentada, contrita, en la tapa del inodoro, ellas todo risas, pincelada va, pincelada viene. La Jessi decía que me iba a dejar un efecto ahumado en los ojos divino. Y venga a reírse. Y el espejo encima de mis rodillas. Apenas cinco minutos y La Jessi me levanta la barbilla, da dos pasitos para atrás, firma mis labios con un gloss y dice que listo. Sara apoyada en el lavabo no puede más de la risa y Alicia dando saltitos: "¡tía, tía, lo grabo con el móvil!"

- Pero, mírate mujer - me dice La Jessi, (sus ojos ya no ocultan el odio que me tiene). Mírate, payasa...

agarro el espejo que está sobre mis rodillas, Alicia coge su Iphone,

- ...tanto vacilar, tanto vacilar....

lo llevo hacia mi cara, Alicia me apunta con el móvil

- y ahora así a la calle, así hasta tu casa, para que...

y por supuesto

- ... le vaciles...

no

- .....a .....

se

- ..... tu.....

ve

- .....puñetera....

nada.

Aprieto el espejo contra el pecho les digo que me gusta mucho, que muchas gracias pero que me tengo que ir. Y por dentro pensando, que se va a liar, que no la quiero liar, que yo quiero vivir tranquila y pidiéndoles por favor, que me dejen irme, que el maquillaje es muy bonito que me quiero ir a mi casa.

- ¿Cómo que bonito, payasa?, La Jessi está tan cabreada.

- Que me gusta mucho, de verdad

Alicia tan feliz grabándolo todo. Sara, ya menos, ya en plan: bueno, tía vale ya.

Y La Jessi que me agarra de los pelos, que coge el espejo y me lo pega en la nariz al grito de: "que te mires bien, coño!"

Y la hago caso.

Y me miro.

Y no veo...nada. Ni ellas tampoco.

No hay imagen mía reflejada en el espejo. No reflejo nada en los espejos, ni en los escaparates, ni en los charcos desde Abril de 1897. 

Lo del daltonismo vino después.















miércoles, 27 de noviembre de 2019

MAQUILLAJE


Todo ha ido mal en casa de Sara. Muy mal.

Salí de casa sin maquillar y sin peinar. Lo último hoy en día ni se nota (en mis tiempos no hubiera salido con esos pelos ni de broma), el maquillaje, sin embargo,  no se perdona. Pero, es que, no me canso de repetirlo:

NO....

PUEDO.....

MAQUILLARME..

SOLA!

Eso fue lo primero que les dije en cuanto se empezaron a cachondear de mí. Fue abrirme la puerta y empezar el cachondeo. Que me decían, como si yo fuera imbécil: "Mujer, nos reímos CONtigo, NO, de tí". Así, resaltando el CON y el NO. Como si yo no supiera la diferencia, como si fuera idiota. Gramatical y mental.

La Jessi sin embargo no se reía. Se me había enganchado a una de las solapas del bolsillo de la chaqueta del Stella. Lo masajeaba lentamente y mirándome a los ojos, balbuceó:

- ...¿Stella?

Para tener nombre de choni poligonera (La Jessi insistía en que la llamaran La Jessi, no Jessi a secas), tenía un gusto de los dioses. Asentí con la cabeza.

- Stella.

- Pero ...te habrá costado....

Dije la verdad:

- Nada, fue un regalo que me hizo Ana Wintour una de las veces que nos hemos visto en Londres. Son muchos años ya de amistad y...

La Jessi se soltó de la chaqueta casi con repulsión.

- No me vaciles payasa.

Mentí:

- Baratísimo, de unas super rebajas

- Ahhhh

- Bueno, ¿qué te parece si te maquillamos? - interrumpió Sara.

Entre todas me guiaron al baño. Tiraban de mi y yo reticente. Me sentaron en el inodoro. Sara me puso una toalla sobre los hombros.  Alicia, empezó a sacar brochas, pinceles, sombras de ojos...Al grito de "¡yo maquillo!", La Jessi colocó un espejo de mano bocabajo sobre mis rodillas.

- Hasta que no termine del todo, no te puedes mirar - me dijo.

Entonces supe que todo se iba a ir a la mierda.

lunes, 25 de noviembre de 2019

SARA



He quedado  con éstas, en casa de Sara. Yo creía que a Sara le caía fatal, pero la semana pasada, cuando le conté mi pequeño problemilla (de los otros no hablo con nadie) se ofreció a ir conmigo de compras. "¡Tarde de chicas!", dijo. Y me llevó a Zara. Ahora en mi vestidor cuelgan junto a los Yves Saint Laurent, y los Dior de temporada, imitaciones de Zara que casi dan el pego. El "casi" se esconde en el tacto de los tejidos, en la caída de las prendas y seguro que también en los colores. Por supuesto que a Sara no le dije nada, se la veía entusiasmada intentando ayudarme. Como agradecimiento la invité a merendar, y eso que yo no meriendo nunca. Y la cosa quedó rara, ella con su café y sus tortitas con sirope y yo con un refresco de agua con limón que no toqué.


Hay que encajar.

Pasar desapercibida.

Ésa es la clave.

He quedado con éstas en casa de Sara. En su honor he decidido ponerme el traje blanco que me ayudó a elegir. Si me pongo su primo hermano de Stella McCartney se desmaya....o no. Seguro que la muy imbécil ni se entera. No me termina de caer bien Sarita. Ni sus amigas.Y lo intento...por la cuenta que me trae, son parte del camuflaje. 

Pero se ríen de mí.

Se creen que no me entero. Intento participar de sus bromas, de sus entusiasmos pueriles, reírme con sus estupideces y sus crueldades, pero en la cara se me queda colgada una sonrisa extraña, demasiado tensa que me afina los labios. Me dan ganas de matarlas. Que les den por culo. 

Me pongo el Stella McCartney. 








domingo, 24 de noviembre de 2019

ARMARIO

En realidad es un vestidor. Lo tengo ordenado por colores...o eso me dicen. Yo lo veo todo gris, o mejor dicho en distintos tonos de gris: gris claro, gris oscuro, gris ceniza, gris metal,  gris lluvia, gris sopa, gris hombre gris, gris sucio, gris virgen, gris polvo...blanco. Negro. Cuando compro una prenda de ropa, pido a la dependienta que me informe de qué color es. Al llegar a casa, escribo una notita con el color que me han dicho y el gris que creo le corresponde, la sujeto a la prenda con un imperdible y cuelgo la prenda en su sitio. En realidad el orden de mi vestidor es alfabético. Más práctico.  El caos, o no, en él, depende de la amabilidad de los extraños y de su dominio del vocabulario (no es lo mismo un azul cobalto que un azul celeste) . Espero no haber dado nunca con algún daltónico inconfeso, como yo.

No siempre fui daltónica. Pero ahora que lo soy, aunque no recuerdo los colores, sí recuerdo cuales, combinados, me parecían una ordinariez y cuales una mezcla exquisita. Y yo daltónica sí, pero ordinaria nunca. No soporto ir hecha una mamarracha. No soporto llamar la atención.

Encajar.

Perderse entre la gente.

Ésa es la clave.

Hoy he quedado con éstas. Doy vueltas dentro de mi vestidor. Casi centrifugo en gris. De nuevo no sé qué ponerme. Y maquillarme....ésa es otra.