domingo, 9 de febrero de 2020

CAZA

El reloj del pasillo de la segunda planta marca algo más de las dos de la madrugada. Genaro descalzo y yo con mi bata blanca deambulamos por los pasillos. Todo es silencio. A veces lo interrumpe un gemido lejano, alguna conversación en susurros, pero poco más. Genaro y yo no tenemos la misma capacidad auditiva. Los de mi especie la tenemos muy desarrollada, podría oir un alfiler que cayera en el otro lado del pasillo. Esta noche esa cualidad es una ventaja, nos sirve para evitar cualquier encuentro mientras caminamos.  Las cámaras de vigilancia no me preocupan, gracias a los recortes, hace meses que no son más que atrezzo.

Entramos en el almacén. Cojo todo lo que necesito y lo reparto por los bolsillos de mi bata. Genaro, no se atreve a decir nada, me mira de soslayo y si nuestras miradas se cruzan agacha la cabeza, igual que hacía su galgo. Me pregunto que habrá sido de él. Necesito que Genaro entienda.

Y que pague. 

Esta noche el karma soy yo. 

Con los bolsillos de la bata abultados y Genaro cogido por la nuca, me meto en el ascensor. Quiero salir a la calle, detrás del hospital hay un gran descampado, perfecto para que Genaro se eche unas carreras. Evitamos la salida principal, (demasiado amplia y luminosa) y salimos por Consultas Externas, a esta hora casi fantasmagórica.  Deduzco que hace frío porque Genaro tiembla. ¿O es miedo?

Genaro y yo, por fin al borde del descampado, de espaldas. somos casi una postal romántica. Ella y él, recortados contra el horizonte en silencio. Sólo que tengo al mierder éste cogido por el cuello, sólo que le tengo clavadas las uñas y le  debe de doler porque le he hecho agujero y gotea sangre.  Y me da igual. O todo lo contrario.

- ¿Cómo se llamaba tu galgo?

Genaro me mira de reojo.

- No tenía nombre....no sé

- ¿A cuántos galgos les has rajado el cuello?

- No sé....

- ¿Y ahorcado?

- No sé....

Le desclavo las uñas del cuello, le agarro de los mofletes y doblo las rodillas para que su mirada y la mía estén a la misma altura. Aunque pudiera ver en colores, estoy segura de que la cara de Genaro sería gris. Por humanos como él no encuentro la paz, por humanos como él, no me reconcilio con el mundo. Por humanos como él, mato.

- Quítate la ropa.

- Pero...

Le doy un cabezazo en la nariz, se la rompo, la sangre empieza a resbalar hacia el labio y casi al tiempo, me empiezan a asomar los colmillos. 

- ¡REGLA NÚMERO UNO!, le grito como si Genaro fuera un cadete en su primer día de servicio militar

Genaro ha visto mis colmillos, se desviste aterrorizado, se persigna (como si su Dios fuera a servirle de algo). Genaro en pelotas no es nada, le miro en toda su extensión ridícula.  Unas piernas enclenques, una barriga estúpida, un culo feo y plano. En una brazo los catorce puntos de sutura, en el antebrazo del otro, un viejo tatuaje: dos escopetas cruzadas y la cabeza de un corzo en el medio.



- Ese tatuaje va fuera, Genaro, es como el chip de tu perro, ¿entiendes? ...

He entrado en un estado de hiper-actividad, es por el olor de la sangre. Estoy sobre-excitada, contenta, saltarina. Hablo, acorralándole en círculos, cambiando de dirección, saco el bisturí de la bata...lo poco que queda racional en mí me abandona. La piel se me afina, se me pega al cuerpo, el mapa de venas y arterias se muestra, se me marcan los huesos. Soy una yonki a punto de darse un homenaje.

...¿entiendes?...te voy a dar ventaja Genaro, cuando yo te diga, sales corriendo, como tu perro, si no te alcanzo,  ganas....pero si te cojo, si te cojo Genaro....si te cojo te arranco el tatu con el bisturí, ¿lo pillas?

Genaro asiente.


- ¡CORREEEEE!!!!


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