viernes, 21 de febrero de 2020

...Y MUERTE


Las nalgas de Genaro trotan patéticas a la luz de la luna. Al borde del descampado le veo correr mientras hago ejercicios de calentamiento como quien se prepara para una competición deportiva. Miro mis  manos: afinadas, huesudas, casi transparentes. Me quito la bata, me quedo en mayas y camiseta negra. En la mano derecha los alicates y el bisturí, en la izquierda la cinta de carrocero. Dejo el resto del material  junto a la bata, por ahora no me hace falta.

Y echo a correr detrás de Genaro, del mierder que ahorca galgos, del furtivo que mata ciervas preñadas, que tortura zorros con los amigotes, que carga lobos tiroteados en su todo terreno. Hay muchos Genaros en el mundo. Hoy le toca morir a éste.

Alcanzo a Genaro en apenas unos segundos, le zancadilleo y cae al suelo. Me tiro encima de él, mi rodilla en su pecho, intenta apartarme con las manos, pero en un movimiento rápido se las ato a la espalda, también le cubro la boca. Genaro va a  gritar...mucho.

- Genaro, Genaro, eres taaaaan lento. ¿Qué es lo que les hacéis a los galgos para que corran más rápido?

Genaro intenta gritar algo, pego mi oreja a su boca.

- Ahh, les cortáis el quinto dedo. Perdóname Genaro, culpa mía, no me daba cuenta de que te sobran los meñiques.

Sentada encima de su pecho y con los alicates, le corto de cuajo los meñiques de los pies. Le levanto en el aire, le sujeto por el cuello, sus pies sangrantes no tocan tierra. Es la primera vez que su mirada está por encima de la mía. Los ojos se le quieren escapar de la cara.

- ¡ASÍ SINTIÓ  TU GALGO!, ¿ENTIENDES?   ¡CORRE GENARO! - le digo dejándole en tierra.

Genero corre poco y mal, no aguanta de pié, las manos en la espalda tampoco ayudan, se tambalea, cae, se levanta, sus gritos se mueren en la cinta de carrocero.

Le alcanzo de nuevo.  Otra zancadilla.  Me siento a horcajadas encima suya.

- ¡AÑOS CON UN PERRO QUE DARÍA LA VIDA POR TÍ ...! - le estiro el brazo del tatu y al hacerlo le disloco el hombro  -¿¿ LE RAJAS EL CUELLO...?? - le clavo el bisturí, con la punta voy siguiendo, torpemente, el contorno del dibujo - ¿¿...Y LE DEJAS TIRADO EN MEDIO DEL CAMPO DESANGRÁNDOSE?? - le arranco la piel del tatuaje, le levanto de nuevo en el aire, agito el trozo de piel tintada delante de sus ojos - ¡CORRE GENARO! - le grito de nuevo.

Pero Genaro no puede, lloriquea, gime, se desploma, se levanta, cae de nuevo. Va dejando un caminito de sangre que me enciende cada vez más. Me siento asalvajada, depredadora, irracional.

Agarro a Genaro de una pierna y lo arrastro por el descampado, las piedras le dan en la cabeza, le arañan la piel. Le contemplo tirado en el suelo, lloriqueando en el máximo esplendor de lo patético,  no me puede dar más asco. Veo los catorce puntos de sutura del brazo. De todas las veces que lo necesitó, Genaro nunca llevó a su galgo al veterinario.

Ojo por ojo...

De un morisco le arranco los catorce puntos de cuajo. La herida se abre, al principio tímida, hasta que la sangre se abre paso a borbotones. No pienso beber de ahí, ascazo tremendo.

Sigo arrastrando a Genaro hasta el borde de la carretera. Lo pongo en pié, apenas se sostiene. A lo lejos se distinguen las luces de un coche que se acerca a gran velocidad, más de la permitida en esta carretera.  Cuando llega a nuestra altura, doy un fuerte empujón al mierder...se oye un golpe seco, una frenada, Genaro es arrastrado varios metros por el asfalto.

...Diente por diente.

Del coche salen dos ocupantes, dos chicos de unos veinte años, que al ver el cuerpo entre las ruedas de su coche, se echan las manos a la cabeza. Discuten entre ellos y al final suben de nuevo y se dan a la fuga.

Genaro es todo sangre, una marioneta roja deshilachada. Se le ha quedado una postura rara, imposible en un cuerpo que no tuviera mil huesos rotos. Aún respira, le salen unos ruiditos raros por la boca, como de pila atascada, como de gárgaras tristes. Me siento a su lado a esperar que se ahogue en su propia sangre. Sería el momento perfecto para fumarse un piti, pero no fumo desde la guerra civil, que escaseaba el tabaco y aproveché para dejarlo.

- Grub, grub....grub.....grub....gr....b

Hasta nunca Genaro, Que te den. Y grito. Grito alto y fuerte, grito  y los colmillos me brillan en la luna. Grito por los miles de animales que sufren. Y la rabia me ciega la vista, no me queda ni un gris.

Sentada junto al cadáver de Genaro, espero a que se me pase este fundido en negro. Serán unos minutos. Después quemaré este montón de mierda.

Y luego a por Teo, necesito una coartada.















No hay comentarios:

Publicar un comentario